EXPOSICIÓN “LAS CUEVAS DE
CÁCERES”
Autor de los textos: Eduardo
Rebollada Casado
Introducción
Las cuevas, cavernas, grutas,
simas… siempre han fascinado al ser humano, quizá por haber sido y ser aún hoy
en día refugio permanente u ocasional ante el clima o los predadores, quizá por
ser lugares especialmente interesantes dentro de los ritos antiguos y modernos,
de la magia, la aventura o el simple ocio.
Las cuevas en Cáceres tienen un
especial protagonismo debido en especial a los importantes afloramientos
calcáreos (carbonatados) que por el sur bordean la ciudad, donde se encuentran
cuevas tan emblemáticas como la de Maltravieso.
Macizo calcáreo cacereño: El
Calerizo
Los macizos calcáreos están
formados por rocas carbonatadas. El origen de estas rocas suele ser marino,
aunque también las hay lacustres y fluviales.
La formación de carbonatos es
común en la historia geológica del planeta Tierra desde comienzos del Paleozoico
(550 millones de años antes del presente), cuando diferentes tipos de
organismos comienzan a sintetizar su exoesqueleto a partir del dióxido de
carbono (CO2) atmosférico. La situación ideal para la síntesis de
carbonato era hace tantos millones de años prácticamente la misma que rige en
la actualidad con los arrecifes de coral: poca profundidad, aguas no
excesivamente frías y oxigenadas.
Las calizas pueden utilizarse
industrialmente, bien como árido para la construcción y la obra civil, bien
como fuente para la fabricación de cal. El Calerizo de Cáceres es un entorno que
bordea la ciudad por el sur, siendo Cáceres una de las pocas localidades de la
provincia con importantes reservas de carbonatos, lo que le permitió en otros
tiempos dominar la producción de cal. Aún es posible observar algunos de los
hornos en los que se fabricaba este producto, como el que se encuentra junto a
la estación de autobuses. Actualmente la mayoría de los aprovechamientos de
estas rocas son de tipo minero, como la cantera Olleta, que surte de áridos a
la industria de la construcción regional.
Sinclinal de Cáceres
Desde un punto de vista
geológico, las calizas y dolomías existentes en Cáceres y que forman el
cinturón de El Calerizo, se formaron a finales del Devónico superior y
comienzos del Carbonífero, los últimos periodos de la era Paleozoica.
Inicialmente arrecifes de coral formados en el litoral costero, estos
materiales fueron consolidándose capa a capa, constituyendo junto con otras
rocas depositadas con anterioridad (pizarras y areniscas, fundamentalmente) un
gran paquete sedimentario que finalizando el Paleozoico fue deformado por la
Orogenia Varisca, un choque entre continentes que formó una cordillera en la
actualidad casi totalmente erosionada. Durante ese proceso las rocas en las que
actualmente se localiza Cáceres se deformaron formado un gran pliegue,
denominado Sinclinal de Cáceres, una estructura de dimensión kilométrica, con
forma de casco de barco, delimitada perimetralmente por las rocas más
resistentes a la erosión, las cuarcitas que se encuentran en la Montaña o la
Sierra de la Mosca, por ejemplo.
Si bien el Sinclinal de Cáceres
es la estructura fundamental, en detalle existen otras que configuran la
geometría del terreno, con pliegues de menor tamaño y, sobre todo, fallas y
demás fracturas, que definen y configuran el macizo para que los agentes
meteóricos ataquen las rocas. Esta disposición se debe fundamentalmente al
plegamiento original y a una posterior deformación quizá relacionada con otra u
otras mayores a escala regional, conformando todo ello definitivamente las
rocas que observamos en el citado sinclinal. A esta peculiaridad hay que añadir
el hecho de que durante su formación al oeste estuvo en contacto con un magma
(lo que hoy es el Batolito de Cabeza de Araya), aspecto que tuvo especial
relevancia en la formación de los importantes yacimientos de fosfatos
localizados en Aldea Moret.
Karst
Los macizos calcáreos presentan
la cualidad de disolverse debido al agua de lluvia, gracias a un proceso
natural denominado karstificación. Este está causado por el agua de lluvia
cargada de dióxido de carbono, que al infiltrarse en las calizas por sus poros
y fisuras tiene la capacidad de actuar sobre la roca disolviéndola
aparentemente de modo imperceptible, pero que con el tiempo es causa de algunas
de las morfologías más llamativas de estas rocas, como las dolinas, los
lapiaces o las propias cuevas y simas y todas las formaciones kársticas propias
de las mismas. Es importante tener en cuenta que el proceso químico de la
disolución tiene su contrapunto en la precipitación, proceso inverso por el
cual las aguas cargadas de carbonato disuelto son capaces de precipitarlo: es
el origen de las formaciones más llamativas del interior de las cavernas
(estalactitas, estalagmitas, coladas…). Todas las cuevas cacereñas presentan,
en mayor o menor grado, formaciones de este tipo.
Además de su importancia
geomorfológica, el karst suele llevar como añadidura un interés hidrogeológico,
como yacimiento natural de agua subterránea. Su aprovechamiento requiere
estudios específicos que eviten su explotación sostenible. Además, como
cualquier acuífero, es muy vulnerable a la contaminación de sus aguas, razón
por la cual es conveniente contar con expertos para ordenar los usos sobre la
superficie de dichos acuíferos. En Cáceres existe un acuífero (El Calerizo) que
ha tenido extraordinaria importancia para el asentamiento de la población
humana y su posterior desarrollo histórico y cultural. Aún hoy puede verse en
determinados periodos la surgencia de agua subterránea en la Charca del Marco,
colindante a la calzada romana de la Plata, en la Ronda de San Francisco.
Cuevas de Cáceres
En el entorno inmediato de la
ciudad existen diferentes cavidades, todas formadas en rocas carbonatadas, es
decir, todas producto de la karstificación. Las más conocidas son Maltravieso y
El Conejar. No son las únicas, hay otras tantas repartidas por el macizo
calcáreo (El Calerizo), como las de Santa Ana (las dos cuevas más meridionales
de Cáceres, localizadas en el recinto militar) o las últimas dos descubiertas hace
escasos meses con las obras de la ronda sureste, en el paraje El Carrucho.
La distribución de las cuevas es
aparentemente aleatoria. Las cuevas, como se ha dicho, se forman por la
disolución de la roca por el agua de lluvia, que cuanto más carga presenta de
dióxido de carbono más capacidad tiene para disolver paulatinamente la roca.
Este proceso se produce a favor de las fisuras naturales del macizo, agrandando
las oquedades inicialmente de poco tamaño, hasta hacerlas en algunos casos de
suficiente dimensión como para servir incluso de refugio a la fauna o al propio
ser humano, como han puesto de manifiesto numerosos estudios realizados por
arqueólogos y paleontólogos.
Aunque en la actualidad se conocen
unas cuantas cuevas en Cáceres, es probable que existan algunas más, aunque sean
de escasas dimensiones. Sea como fuere, las cuevas pueden tener un uso
complementario, además de científico, cual es el didáctico y turístico, recurso
que merecería la pena estudiar detenidamente para conocer su potencial
socioeconómico para la ciudad con mayor cantidad de cuevas de Extremadura.
Exposición "Cuevas de Cáceres"
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